Los costarricenses sumamos a nuestro cúmulo de preocupaciones un nuevo invitado: el constante aumento en los precios de la energía eléctrica. Con zozobra, la población recibe la noticia de que en los últimos 14 meses el costo de la electricidad ha crecido un 38%.
Las razones son varias y el problema tiene muchas aristas. Una de ellas es el uso de derivados del petróleo para la generación eléctrica. El panorama se agrava cuando la inestabilidad de las condiciones climáticas obliga a las plantas de energías renovables a disminuir su producción y se echan a andar las centrales térmicas para dar abasto.
Si bien el uso de hidrocarburos para generación eléctrica representa únicamente un 8% de la producción total, eso tiene un alto costo económico. Solo en los primeros cuatro meses de este año el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) gastó cerca de $125 millones en ese rubro, lo cual engrosa la factura petrolera del país. Mientras tanto, las naciones productoras de combustibles, por lo general, tienen tarifas eléctricas muy bajas porque generan electricidad subvencionada por su actividad petrolera pero, sin duda, ese no es nuestro caso.
Con el fin de abastecer la creciente demanda de electricidad, el ICE trabaja en un plan de expansión ambicioso que ha sufrido retrasos importantes por trabas burocráticas. Es evidente que en materia de producción energética hay mucho trabajo por hacer, como, por ejemplo, diversificar la generación, pues Costa Rica depende de la energía hidroeléctrica.
Pese al elevado índice de consumo, poco se habla sobre alternativas que contribuyan a reducir la demanda. Es necesario ejecutar campañas para hacer conciencia en la población sobre el desperdicio irresponsable de energía en los hogares, producto de prácticas como tiempos excesivos en la ducha, iluminación poco eficiente, equipos conectados en modo stand by y mal uso de cocinas eléctricas, entre otras acciones. Cerca del 40% de la electricidad generada se consume en uso residencial, mientras el resto se distribuye entre la industria, los servicios y otros sectores.
En la industria, también es posible producir con mayor eficiencia incorporando equipos y prácticas que permitan ahorrar energía, como ocurre en Japón -que es un referente mundial-. Por ejemplo, se estima que la industria japonesa produce una tonelada de acero con solo la mitad de la energía utilizada porla industria china para el mismo fin. Japón podría ser una fuente de cooperación técnica y de transferencia de conocimientos a la industria costarricense para que produzca de manera más eficiente. En Latinoamérica, el país asiático ha suscrito acuerdos de cooperación en el marco de lo que se conoce como Diplomacia de Recursos con Chile y México, a quienes ha asistido técnica y económicamente.
Por otra parte, sería idóneo que el sector público y privado propicien el ahorro de electricidad. Algunos países han establecido reglamentos para promover el uso responsable de equipos de aire acondicionado y escaleras eléctricas. En El Salvador, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Gobierno desarrollaron conjuntamente un plan piloto para reducir la demanda energética en edificios públicos. El resultado es una disminución de hasta un 30% del consumo en las instituciones participantes.
Si el ICE logra cumplir las metas establecidas en el plan de expansión y los consumidores ponemos nuestro granito de arena, consumiendo energía de manera responsable y eficiente, la situación energética del país tendría un mejor escenario, con tarifas más cómodas. ¡A dos sogas no hay toro bravo!